El Aleph de Ramón

Ramón con su muñeca de cera, Alfonso Sánchez Portela

Salvador Dalí habitó su propia escenografía en Port Lligat. Kurt Schwitters acumuló en una dependencia de su casa una escultura denominada Merzbau que estaba realizada con todos los materiales de desecho que a su paso encontró, forrando techo y paredes en torno a una caótica columna central. Como otros muchos, Ramón Gómez de la Serna tuvo también su propio santuario, un refugio singular atado a su obra y extraño como un parque de atracciones en miniatura.

A lo largo de su vida Ramón habitó varios inmuebles, pero su despacho, su torreón, su habitación para retirarse a jugar/escribir, se mantuvo en continua construcción, y, a pesar de los traslados, con una conformación muy similar. Al torreón de Ramón arribaban todos los objetos –dispares, excéntricos siempre- que el escritor adquiría regularmente en el Rastro: figuritas de porcelana, muñecos de trapo, faroles, ceniceros, pisapapeles, canicas, plumas, lámparas de todas clases, relojes, espejos de formas únicas y caprichosas, carteles… El resultado era un gabinete atestado, barroco y cubista, donde hasta Georges Perec languidecería en el intento de hacer un inventario. Pero sobre todo, el torreón de Ramón era –es- una acumulación ad nauseam de fotografías y más fotografías pegadas a las paredes, hasta forrar por completo toda la superficie del despacho.

Era proverbial la manía de Ramón de tijeretear toda revista que pasase por sus manos. Cualquier cosa que le gustara era automáticamente recortada y luego ceremonialmente pegada a la pared, en cualquier parte y sin la más mínima organización: fotos de bailarinas y astronautas, ídolos paganos y poetas barbudos, planetas y estrellas de cine, animales y máquinas. El resultado: un torbellino de imágenes que envolvía al escritor y –según decía- le prestaba la inspiración cuando le abandonaba. Un verdadero Aleph, tal y como Borges nos lo presentó en su relato, aunque quizás el de Ramón algo más mundano y de andar por casa, juego y remedio metafísico a base de pegamento y papel couché.

Esta obsesión de Ramón, ligeramente pueril, y que guardó quizás como un reducto de rebeldía adolescente (todo comenzó en su dormitorio de adolescente con aspiraciones literarias), tenía un límite ampliamente conocido: Ramón, tan supersticioso y tan temeroso de la enfermedad y la muerte, explicaba que había de quedar siempre un pequeño hueco vacío en la pared, ya que tenía la premonición de que si agotaba el espacio estaría abocado a morir sin remedio.

Se ha escrito mucho sobre los despachos de Ramón, y es posible incluso acceder en algún artículo –como el publicado en el Boletín Ramón nº 6– al inventario que Luisa Sofovich, ya viuda, elaboró con el contenido del último despacho de Buenos Aires que fue donado al Ayuntamiento de Madrid. La lista de Luisa detalla una larguísima lista de objetos, que yo cito en desorden, y donde encontramos, por ejemplo:

– Una jaula dorada con ruiseñor mecánico.

– Un barco dentro de una botella.

– Catorce espejos diseñados y mandados cortar y biselar por él.

– Napoleón de 70 cms de altura.

– Payaso de 60 cms de altura.

– Edgar Allan Poe de 60 cms de altura.

– Dos pequeños espejos grotescos de los que deforman la imagen.

– Un gran espejo cóncavo de medio metro de diámetro.

– Tres gaviotas de porcelana china en vuelo.

– Colgando del techo, alrededor de cien bolas de cristal plateado de diferentes tamaños, que forman el cielo ramoniano.

– Un violín de porcelana de Sajonia.

– Un corazón de gabinete de anatomía, desmontable, sobre pie de madera de 23 cms de altura.

– Frasco de farmacia con el rótulo IDEAS.

– Reloj de arena.

– Una caja de mariposas.

– Ojo de gabinete de anatomía, desmontable

– Una tortuga embalsamada.

– Lata de aceite vacía con figura de “El Caballero de la mano en el pecho”, de El Greco.

– Un tambor

– Una caja magnetofónica con dos radiografías que se iluminan…

La lista sigue y sigue a lo largo de varias páginas, con todo detalle, y con la intención de evitar la desaparición de alguna cosa en el traslado. Pero en última instancia los inventarios no bastan, y es preciso visitar el despacho, todavía instalado provisionalmente en el MNCARS, o al menos acudir a Ramón en su Torreón , libro de Juan Manuel Bonet que ofrece abundante material gráfico y que ayuda a comprender la verdadera atmósfera de los despachos de Ramón.

Ramón en su despacho, fotografía de Alfonso Sánchez Portela

Como en un collage tridimensional de imágenes, objetos, y espejos multiplicadores, entrar –física o literariamente- en la particular escenografía doméstica de Ramón se convierte en una verdadera aventura. Existe, por un lado, el placer de la reconstrucción, el juego de la identificación, como el astrónomo mira el cielo y nombra las constelaciones: ese es Charles Chaplin en El Chico, aquello es un retrato de Zorrilla, esta bailarina de piernas doradas quizás es Marlene Dietrich, o por allí asoma un ídolo de la Isla de Pascua, una reproducción de las Meninas, la Gioconda, la Venus de Milo, la perra Laika.


Por otro lado está el estremecimiento ante tanto tiempo detenido y consumido, el estupor ante una labor de horas, meses y años para la recolección de tanta imagen, el escalofrío al reparar en el cariño depositado, proyectado hacia cada una de esas imágenes, constelación que al fin y al cabo es inevitablemente íntima. Un abrigo de recuerdos que cobijaba en los últimos años el miedo y la paranoia de un Ramón física e intelectualmente irreconocible.

La exhibición es interminable y por eso me resulta entretenido a través de los días mirar a las paredes de mi secuestronario o antro ilustrado, y por eso precisamente no acaba ahorcándose el escritor.

(Automoribundia, 1948)

Los collages de Ramón no son tales. Los collages parietales de Ramón son verdaderos tapices continuos, en los que no se distingue principio ni fin. El paramento liso de las paredes se anula y se ahueca en una infinidad mareante de perspectivas, de pequeñas ventanas a las que asomarse. Observar su despacho es un modo, entre tantos, de comprender su mecanismo literario: porque también su obra es un tapiz continuo, salpicado de accidentes aquí y allá, variable, extensísimo, atomizado, pero a la vez extremadamente homogéneo en el fondo y la forma.

Aún está por realizar un nuevo inventario, diferente al resto, que extraiga de la maraña de imágenes aquellas que pasaron, haciendo equilibrios, de la pared del despacho a la pluma de Ramón. Comprobar, de una en una si es preciso, como su mirada aisló y estilizó de entre su torbellino de imágenes, de esas paredes y estantes en ebullición, cualquier cosa -cualquiera- para darle la vuelta, mostrándonos una perspectiva inusitada, dejándonos como tontos. El despacho de Ramón era la gran olla donde volcaba sus hallazgos en tantos paseos solitarios, donde cuidadosamente depositaba su vómito de mirada, para luego hacer sus guisos de metáforas. Ramón era puro ojo.

El Aleph de Ramón se encuentra en constante revisión y se compone de las siguientes entregas:

Inventario nº 1 (con Palabras Preliminares)

Inventario nº 2

Inventario nº 3

Inventario nº 4

Inventario nº 5

Inventario nº 6

Inventario nº 7

Inventario nº 8

Inventario nº 9

Inventario nº 10

Inventario nº 11

Inventario nº 12

Inventario nº 13

Inventario nº 14

Inventario nº 15

Inventario nº 16

Inventario nº 17

Inventario nº 18

Inventario nº 19

Acerca de Rrose

https://wrroseblog.wordpress.com/
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6 respuestas a El Aleph de Ramón

  1. Rrose dijo:

    Estos fueron los comentarios del artículo en su antigua ubicación:

    alegranza dijo
    Qué bueno…Me ha recordado a Antonio Pérez y sus objetos encontrados. Hay un libro interesante de fotografías que Jean Marie del Moral hizo de los objetos de su despacho o de su «pequeño almacen de esas cosas sueltas», como decía Ramón.
    Gracias una vez más rrose.
    29 Diciembre 2007 | 12:10 AM

    rrose dijo
    …ciertamente el despacho de Ramón no es un caso único en su especie. Dicen que era muy similar al de André Bretón, al de Max Jacob, Apollinaire…
    Rafael Cansinos Assens, por ejemplo, también siguió la estela ramoniana con devoción.
    Saludos y gracias a tí
    30 Diciembre 2007 | 06:48 PM

    conde-duque dijo
    rrose, ahora que se acaba el año tengo que decirte (aparte de desearte ¡Feliz 2008!) que gracias a ti he disfrutado de algunos de los posts más bonitos que he leído este año: éste de Ramón, el de Perec, el de Boudu… y, sobre todo, «Interferencias en la era de la imagen química» (inolvidable, verdaderamente genial).
    Un abrazo.
    31 Diciembre 2007 | 12:24 PM

    Rr dijo
    Hola Señor Conde Duque!
    celebro que haya disfrutado con las tonterías que escribo, y me animan mucho sus palabras para intentar salir íntegro de este último año tan… tan…
    Su blog es uno de tantos -y tan buenos blogs- que siempre planeo visitar con detenimiento, pero a quién vamos a engañar, ya me cuesta trabajo sacar adelante un simple post semanal, y no saco tiempo para leer todo lo que quisiera (en papel o en versión electrónica). Barrunto y aviso que quizás esta maquinaria se descuajeringue antes de alcanzar el solsticio de verano, pero eso sí, se desvanecerá con la mayor dignidad posible.
    un abrazo también de mi parte y le deseo a usted y a todos los lectores la maquinaria que tengan una buena entrada de año! ;)
    31 Diciembre 2007 | 03:51 PM

    Marudemarbella dijo
    Siempre leo tu blog, aunque no te ponga comentarios, me parece interesantisimo todo, y me gusta mucho.
    Te deseo un feliz año y que sigas haciendolo tan bien.
    Un abrazo
    Maru
    1 Enero 2008 | 04:09 PM

    Rr dijo
    Gracias Maru,
    sé que entras a menudo en la maquinaria porque lo detecto en la estadística. Tengo la sensación de que trato temas demasiado dispares, pero veo que hay gente que le gusta. Hace tiempo que no entro a tu página, a ver si has colgado estampas nuevas. Luego me paso.
    Hace meses contemplé la posibilidad de hacer unas camisetas con el logo de la maquinaria, jaja, o con el taumatropio y la (m), para mis grupis. ¿Quieres una? JAJA
    (Gracias por tus palabras)
    un abrazo, y Feliz 2008! ;)
    2 Enero 2008 | 12:17 PM

    ana dijo
    ¡fabuloso¡
    Gracias
    26 Marzo 2008 | 01:55 AM

    Dana dijo
    thank you very much for this, it’s wonderful!
    8 Enero 2010 | 02:45 AM

    dario dijo
    Si viviera Borges -el bardo ciego- de seguro volvería a morirse. Si algo tenía en claro en esta vida era su animadversión por este Ramón. Se conocieron cuando por unos meses, Borges vivió en España. Si vale el dato, Rafael Cansino Assens tuvo sus reparos por Gómez de la Serna. Demasiado español para su gusto. Y demasiado salame para el gusto de Borges.
    28 Marzo 2010 | 09:43 PM

    rrose dijo
    Estimado Darío,
    la opinión que viertes en tu comentario no carece por completo de fundamento ya que al parecer Borges no sentía mucho aprecio personal por Ramón, pero exponiéndolo del modo en que lo haces no creo que aportes gran cosa al fondo de la cuestión. El caso Borges-Ramón es quizás indicativo de cómo la calidad intelectual se sobrepone a los roces estrictamente personales, porque ambos se elogiaron mutua y públicamente. De todos modos celebro esta intervención, porque me da pie para elaborar un material que tengo en el tintero desde hace unos meses. Espero publicarlo pronto en esta misma sala y espero que lo leas y que lo disfrutes.
    Gracias, en cualquier caso, por levantar un poco de polémica, porque es algo que siempre echo en falta, y
    hasta pronto ;)
    31 Marzo 2010 | 05:50 PM

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