El sombrero de Walt Whitman

Durante el pasado invierno, y como parte del ingente trabajo que me ha deparado el El Aleph de Ramón, he tenido que manejar decenas de fotografías digitalizadas. Este retrato de Walt Whitman lo hallé, después de varias búsquedas poco satisfactorias, en la Colección Digital de la Biblioteca del Congreso (Washington), y me ha dado que pensar.

La fotografía aparece registrada en el catálogo como “impresión fotomecánica” (lo cual me parece correcto), y fechada hacia 1849 o 1850, pero esta datación solo puede ser errónea, ya que el poeta nació en 1819, y este retrato difícilmente parece el de un hombre de treinta años. La fecha correcta ronda pues el año 1860. El error de datación proviene del mismo Whitman, que se topó, no sabemos cómo, con este retrato suyo en 1889, es decir, casi treinta años después de la realización de la imagen y pocos años antes de morir. Fue él mismo el que dató mal la fotografía, de modo que su error ha sido, de algún modo, respetado. No hay, además, duda alguna del error, ya que existen fotografías correctamente datadas en torno a 1850 en las que Whitman se encuentra mucho más joven.

Walt Whitman, fotografiado entre 1848 y 1854

Pero nada de esto es realmente importante. Observen en cambio lo que la fotografía de 1860 nos muestra: la postura relajada (ligera flexión de las piernas), la mirada franca, el chaleco desabrochado (excepto en un único botón), la camisa desaliñada, el burdo nudo del pañuelo al cuello, la mano izquierda metida en el bolsillo, la derecha sujetando un sombrero de copa un poco deslucido… La fotografía se realizó probablemente en un estudio, pero atesora algo inmediato, ajeno a la rigidez habitual en las poses de estudio (como el retrato anterior). Parece como si Whitman se acabara de detener –un momento, un segundo- en uno de sus largos paseos por los descampados. Parece feliz, cansado y satisfecho.

Sí, ese es Walt Whitman. Lo reconocemos. Y no es, por cierto, una representación de la persona del poeta como nos lo muestra, por ejemplo, el retrato al óleo que le hizo su amigo Thomas Eakins, sino que –como diría Barthes- “así fue” el poeta, exactamente así era el poeta en el día y la hora y el segundo preciso en que el mecanismo fotográfico lo captó para que llegara a nosotros. Exacto, ligeramente desvaído por el paso tiempo, pero exacto aún.

Como hemos dicho, el poeta se reencontró con la fotografía en 1899 y dicen que se sintió cautivado por la imagen, al punto de que comenzó llamarlo su “retrato de juventud” y también su “fotografía misteriosa”. Se reconocía fascinado por la dulzura y franqueza que respiraba su rostro, por el desaliño espontáneo de sus ropas. “Soy yo, yo, informe aún, sin desarrollar” afirmó, dando a entender que aquella imagen mostraba algo esencial y genuino de sí. Encontraba misterioso aquel efecto y lo atribuía al “truco de la cámara y del fotógrafo. A veces ocurre”. Y añadía: “Cuándo pudo ser tomada la imagen, por quién y dónde es algo que no puedo intuir siquiera…es un diabólico y tentador misterio”.

Lo curioso es que mientras yo rastreaba la imagen y cotejaba -siempre insatisfecho- varias reproducciones, alguien envió a mi correo electrónico -casualidad de casualidades- un párrafo entresacado del Prefacio de Hojas de Hierba que decía así:

Esto es lo que debes hacer: ama a la Tierra y al Sol y a los animales, desprecia las riquezas, da limosna a quién te la pida, defiende al tonto y al loco, dedica tu dinero y tu trabajo a los demás, odia a los tiranos, discute sin preocuparte de Dios, ten paciencia e indulgencia para con la gente, no te quites el sombrero ante nada conocido o desconocido ni ante ningún hombre o grupo de hombres…Cuestiona todo lo aprendido en la iglesia, la escuela o los libros, desecha lo que sea un insulto para tu propia alma y tu misma carne será un gran poema.

(Prefacio de Hojas de Hierba)

Leí con atención el texto, para luego volver a observar la fotografía. Me extrañó que un hombre que aconseja no quitarse el sombrero ante nada conocido o desconocido hubiera posado para un simple fotógrafo con la cabeza al descubierto. Yo no me someto / Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como me da la gana, afirma en uno de sus versos. Hube de concluir que el detalle del sombrero era al fin y al cabo anecdótico, ya que Whitman fue retratado en numerosas ocasiones a lo largo de su vida, y lo hizo con o sin sombrero, indistintamente. Es más, se sospecha que, siendo ya un completo anciano, posó desnudo para su amigo, el ya mencionado pintor y pionero de la crono-fotografía Thomas Eakins

Siete fotografías de un anciano, Thomas Eakins, ca. 1885

Si, como se supone, es Whitman ese hombre desnudo, sin duda se trata de un documento excepcional, pero nada hay de extraño en su desnudez tratándose de un hombre que escribió cosas como esta:

Divino soy por dentro y por fuera, y santifico todo lo que toco o me toca, El olor de mis axilas es más hermoso que una plegaria. Mi cabeza más bella que los templos, las biblias y todos los credos. Si hay algo que venere más que a nada en el mundo es toda la extensión de mi cuerpo o cualquiera de sus partes.

(Hojas de hierba, 1856)

Sin embargo, volvamos de nuevo al retrato de 1860. ¿Qué tiene de especial esa imagen –para el poeta, para nosotros, para mí-?

Se suele decir que la fotografía nos inmortaliza. Barthes, sin embargo, nos dice que la fotografía es la Muerte, que no hay materialización más aquiescente de la muerte que un retrato fotográfico. Distintos modos de enunciar una misma paradoja. Las fotografías -por contra a la apreciación altamente subjetiva de Barthes- no son eternas, pero difícilmente hubiera pensado el poeta norteamericano que, ya anciano y enfermo, habría de encontrarse con una imagen que le devolvía al hombre que fue; que cientos de miles de personas iban observar durante décadas ese rostro, el rostro impresionado en aquella fotografía tomada en un día desconocido; que un desalmado como yo iba descomponer –148 años después- en pedazos la imagen, como se desarma una radio.

Whitman posó con confianza, sin desgana pero relajado y franco. Sí, ese es Walt Whitman. Llevaba su sombrero de copa puesto y se descubrió. El poeta sabía –es para mí una certeza poética- que al otro lado del ojo mecánico no se asomaba el fotógrafo, y probablemente tampoco la Muerte (Y en cuanto a ti, muerte, y a tu abrazo fatal que nos destruye, es inútil que trates de asustarme) sino algo análogo y potencialmente más aterrador, o quizás incluso seductor: el infinito. Al infinito, al futuro parece presentar el poeta sus respetos, sin conmover su postura, descubierto pero desafiante, quizás incluso con sorna. La cámara supo, inadvertidamente, captar lo que Whitman llevaba escrito en los ojos. La fotografía nos confía exactamente las mismas palabras que sus versos:

No será este presente quien debe justificarme y responder por mí, Sois vosotros, la nueva generación autóctona y atlética, continental, más grande que todas las conocidas. ¡Arriba!, que vosotros debéis justificarme. Yo apenas dejo escritas unas pocas palabras acerca del futuro, Me adelanto un instante y retrocedo corriendo presuroso a sumirme en las sombras. Soy un hombre que, sin parar su marcha, os mira fugazmente y luego vuelve el rostro, Dejándoos el cuidado de examinarla y definirla. ¡Lo principal lo espero de vosotros!

(Hojas de hierba, 1856)

Más información, imágenes, e incluso la voz del poeta, en el Walt Whitman Archive

Acerca de Rrose

https://wrroseblog.wordpress.com/
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Una respuesta a El sombrero de Walt Whitman

  1. Rrose dijo:

    Estos fueron los comentarios del artículo en su antigua ubicación:

    angel-o-demonio dijo
    como he disfrutado de esta lectura.atraen como iman.
    gracias rrose.
    28 Septiembre 2008 | 12:26 PM

    Alejandro P. Rosende dijo
    extraordinaria especulación poética
    una vez más, enhorabuena rrose
    28 Septiembre 2008 | 10:04 PM

    P dijo
    Y no deja de sorprender el increible parecido entre Whitman Y Muybridge.
    La barba a lo «erase una vez la vida» gozaba de gran auge a fines del XIX.

    En la foto comparten peluquero y sastre.
    El propio Muybridge se autocronofotografió y resulta difícil descifrar si era él o Whitman. Casi se puede llegar a confundir el retrato de Eakins whitmaniano con el de Muybridge muybridgiano.
    Me hace gracia que en sus anotaciones científicas adjuntas a las placas fotográficas, se autodescribe como un hombre en sus 80´s (a man in his eighties). Y es curioso porque al resto de modelos que usaba no les catalogaba más que por un frio número; salvo los animales que estos sí que portaban su nombre.
    Gran artículo, en tu línea.
    Unas buenas dosis de mi tiempo libre están enfocadas a analizar las esperadas imágenes de alta resolución del aleph. Qué menos, tras dar tanto la lata con la carencia de pixeles que llevarse a los ojos.
    Un abrazo
    29 Septiembre 2008 | 12:17 PM

    Rr dijo
    Hola,
    «angel o demonio» y Alejandro, gracias por vuestro comentario.
    Pablo, es cierto, comparten sastre y peluquero! No recuerdo haber visto nunca un retrato de Muybridge, y la verdad que merece la pena, sobre todo por el parecido asombroso que tiene con Whitman. Al parecer era un tipo bastante excéntrico, qué curioso. No he cotejado las fechas, pero quién sabe, podría ser Muybridge ese viejecito en pelota picada que tomamos por Whitman, no? La cronofotografía (no hace falta decírtelo a tí precisamente) es un mundo en sí mismo, y es fascinante. Qué confusión más hermosa…
    Saludos ;)
    30 Septiembre 2008 | 04:11 PM

    Mirloniger dijo
    Hola:
    Hace poco tiempo que sigo este blog y que conozco sobre la obra de Whitman. A Ambos los encuentro fascinantes. Los seguiré visitando aunque no suelo dejar comentarios en cada visita. Gracias.
    1 Octubre 2008 | 06:17 AM

    bambu dijo
    Tienes certezas poéticas deslumbrantes. Espléndida lectura que me ha hecho, además, releer esta otra certeza de Lorca.
    Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
    toro y sueño que junte la rueda con el alga,
    padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
    y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.
    1 Octubre 2008 | 08:56 PM

    MARIANO F dijo
    si hay algo q le tengo rechazo es a la vejez…
    pero este walt la verdad es q me deja boquiabierto…
    ojala pudiera tener una pizca de su actitud cuando me llegen las canas
    y lo de siempre estimado… q demorado viene el asunto aquel eh
    un abrazo
    1 Octubre 2008 | 09:15 PM

    rrose dijo
    Bambú,
    encantado prosigo otro poco de poemo, y aclaro procedencia:
    Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
    he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
    ni tus hombros de pana gastados por la luna,
    ni tus muslos de Apolo virginal,
    ni tu voz como una columna de ceniza;
    anciano hermoso como la niebla
    que gemías igual que un pájaro
    con el sexo atravesado por una aguja,
    enemigo del sátiro,
    enemigo de la vid
    y amante de los cuerpos bajo la burda tela
    Oda a Walt Whitman, Federico García Lorca, 1929
    un abrazo atlético y continental ;)
    1 Octubre 2008 | 10:09 PM

    arati dijo
    SSssstupendo, como siempre.
    Con este post suyo me han entrado ganas de releer a Whitman a quien, confieso, tengo abandonado desde hace muchísimo tiempo. Aunque le tengo especial cariño porque fue de los primeros libros de poesía que compré con mis primeras «pagas» de adolescente, en una edición rústica de Hojas de hierba grande, ilustrada con grabados… que enardecia mis ya enardecidos años de mocedad y que acabo de recordar que presté hace mucho a alguien que no recuerdo.
    Una nueva baja en la biblioteca. Aunque sea histórica queda anotada a día de hoy.
    Y hoy es una tarde de viernes lluviosa, con tiempo por delante y ambiente de vida interior, que era apropiada para la energía naturalista y desparramada de Whitman… vayaporDios.
    Mañana voy a la librería.
    Con mi reconocimiento y a sus pies.
    3 Octubre 2008 | 08:23 PM

    rrose dijo
    Arati querida,
    yo también leí a Whitman en mi primera adolescencia (esa de la que aún no salgo), pero aún conservo mi edición baratísima (el papel está cogiendo un tono marrón y un tacto demasiado áspero, como si fuera a desintegrarse de un momento a otro). Supongo que en la librería encontrará más de una edición para escoger, pero por si le sirve de algo le diré que, curiosamente, acompañé hace poco a una amiga a comprar unas Hojas de Hierba que le habían encargado, en concreto estas:
    http://www.casadellibro.com/libro-hojas-de-hierba/2900001121136
    La edición parecía muy completa, y era bilingüe, pero a mí me pareció cara, la verdad. Suerte de todos modos.
    Saludos y hasta pronto ;)
    5 Octubre 2008 | 05:51 PM

    Antonio Cardiel dijo
    Espléndido post, complejo y documentado, poético y realista. Hace tiempo que sigo tu blog y lo tengo enlazado al mío.
    La fotografía, analizada como tú lo haces, cobra una nueva dimensión, y es algo que centra también el objetivo de mi blog, que no en vano se titula Foto-relatos.
    Un saludo.
    Antonio Cardiel
    10 Octubre 2008 | 01:00 PM

    Rr dijo
    Hola Antonio,
    gracias por tus palabras. No recuerdo si fue a través de algún comentario tuyo o de qué otro modo, pero yo también aterricé hace un tiempo en tu antiguo blog (acabo de ver que has tenido que trasladarte). Te felicito yo también por el trabajo que realizas e intentaré estar más pediente de tu actividad en el futuro.
    Saludos daguerrotípicos ;)
    10 Octubre 2008 | 04:23 PM

    noiserfan dijo
    Qué agradable resulta pasar por tu blog y sumergirse un rato en un calmo mar de referencias. Este espacio siempre me invita a no apresurarme en nada.
    «Me adelanto un instante y retrocedo corriendo presuroso a sumirme en las sombras»… todos somos un poco Whitman.
    Saludos Rr!
    14 Octubre 2008 | 04:39 PM

    miquel dijo
    hace mucho tiempo que tenia a Walt Whitman en la lista de autores que debia conocer.
    Compré hace 3 dias su libro «tambores de guerra y memorando» ya que no encontré «hojas de hierba» en la libreria disponible.
    Me parece que me voy adentrando en un personaje noble, único y de aquellos que logran marcar de por vida. Y encontrarme textos como los tuyos lo confirman por momentos. Gracias por compartir tu visión de un hombre que debería ser el modelo americano de persona que todos deberíamos tener en mente.
    «tu corazón es libre ten el valor de hacerle caso»
    miquel
    4 Enero 2009 | 07:50 PM

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