Myeongbeom Kim o quién sostiene a quién

Untitled, Myeongbeom Kim, 2008

En la documenta de Kassel de 1982 Joseph Beuys presentó una obra titulada 7.000 robles que consistió en su primera fase en depositar 7.000 bloques de roca de basalto frente al Museo Fridericianum. Luego Beuys indicó que cada uno de aquellos de bloques solo podría retirarse si en su lugar se plantaba un roble en alguna parte de la ciudad. La comunidad artística y los ciudadanos de Kassel se implicaron de tal modo en la consecución de aquel mandato que solo se tardó cinco años en completar la obra. Aquellos 7.000 robles no solo fueron el más bello epitafio para su autor (que murió en 1986, un año antes de ver concluida la obra) sino que inauguraba de un modo, digamos, oficial, las relaciones entre el Arte y la Ecología, porque en la cúspide de una concepción social del arte, Beuys había logrado trasladar su compromiso medioambiental (él mismo fue miembro del Partido Verde Alemán) a la sociedad alemana, a modo de relevo y dejando una huella palpable en las calles de la ciudad de Kassel. La rotundidad de aquel enorme montículo de rocas colocado en Kassel, ajeno a todo refinamiento estético, pero cuyo significado era sin embargo transparente, estaba destinado a disgregarse de modo que cada bloque de basalto fuera conservado y erigido junto a cada árbol plantado, convirtiendo la repetición colectiva y prolongada en el tiempo de un mismo gesto en un rasgo propio de la obstinación y el poder de disuasión de Beuys, pero propio también de la voluntad de pueblo alemán, empeñado aún entonces en sublimar el peso de un pasado histórico considerablemente atroz. No demasiado lejos de aquellos 7.000 robles podemos situar la obra de Myeongbeom Kim (Busan, Corea del Sur, 1976), porque aunque se mueve en unas coordenadas estéticamente diferentes, no es menos cierto que incorpora elementos comunes para emitir, también éste, una reflexión acerca del frágil equilibrio entre el hombre y su entorno natural.

Tree #9, Myoung Ho Lee, 2006

Recordemos, por ejemplo, el modo en que otro artista también surcoreano y coetáneo de Myeongbeom como el fotógrafo Myoung Ho Lee (Daejeon, 1975) abordaba en la serie Tree una singular visión del paisaje poniendo en juego un curioso modo de intervención del espacio natural junto a una concepción de la imagen en la que se advertía la larga relación del arte asiático con el paisaje. Como las fotografías de Ho Lee, las esculturas e instalaciones de Myeongbeom hacen gala de una armoniosa conjunción entre, por un lado lo elemental de los materiales usados (árboles, madera, animales, flores, agua, e incluso aire encerrado en globos de colores), y por otro, una cuidadosa elaboración que tiene como objetivo la creación de unos objetos únicos, de apariencia poética e inverosímil pero sobre todo continentes de un mensaje crítico cuyo cuyas aspiraciones son totalmente universales.

Ladder, Myeongbeom Kim, 2007

Muy a menudo hacemos uso de términos como sostenibilidad o equilibrio, pero siempre en un sentido figurado, es decir, entendiendo como tales la interrelación armónica de un enorme conjunto de parámetros que abarcan desde los recursos hídricos a la emisión de gases contaminantes, pasando por la fragilidad de las diferentes cadenas tróficas. Myeongbeom ha convertido la idea de equilibrio en el eje central de la mayor parte de su discurso, pero llevándolo en cambio al terreno literal de lo gravitacional, de la materia que sufre su propio peso o que experimenta la gracia sin misterios de la levedad, así como de la materia que posee, físicamente, un equilibrio estructural o que carece de él. Bien mirado, se trata de un problema que afecta primordialmente a la tarea de un escultor, pero Myeongbeom lleva el problema al primer plano, convirtiéndolo en el leitmotiv de muchas de sus obras. Por ejemplo, en una de sus piezas vemos un hacha clavada sobre un tronco de un árbol recién cortado, y nada tiene de particular la imagen de no ser porque el mango de madera de la herramienta se prolonga inesperadamente, adoptando gradualmente la forma de un tronco de árbol rematado con todas sus ramas, trasunto lejano de cierta metamorfosis mitológica, y muy similar a las mutaciones que los marcos de madera experimentan en algunas obras de la norteamericana Valerie Hegarty.

Derecha: Untitled, Myeongbeom Kim, 2004; Arriba: Apolo y Dafne (detalle), Gian Lorenzo Bernini, 1622-1625; Abajo: Landscape frame, Valerie Hegarty, 2009

Así pues, ¿quién sostiene a quién? La herramienta que tala el árbol, el hacha que sin duda representa la actividad deforestadora del hombre no sería tal sin el objeto que a su vez acaba de aniquilar. Fantásticamente una hermandad se revela entre el verdugo y su víctima. Se trata de mostrar una continuidad, un encadenamiento y una interdependencia desigual: el desarrollo de nuestra sociedad de consumo se cimenta sobre la explotación de los recursos naturales, pero el actual ritmo de explotación no es sostenible a largo plazo y pone en duda la viabilidad nuestro modelo de crecimiento. Aquí la obra parece frágil e inestable. Nos inquieta porque no sabemos si la hoja del hacha está lo suficientemente inserta en la madera del tronco como para soportar el peso de su propio mango maravillosamente atrofiado, y esa inquietud se suma a la alarma que simbólicamente plantea con una capacidad de síntesis propia de un poema-objeto, y con un nivel de ejecución notable en lo que respecta, en términos escultóricos, al equilibrio estructural de la obra. En el mismo orden de ideas operan otras piezas, como por ejemplo un árbol cuyo tronco queda convertido en uno de los dos soportes de una improvisada y paradójica escalera, u otro que se ha transformado a mitad del trayecto de ascenso en una silla de madera, o una pieza titulada Crutch y que no es otra cosa que una muleta cuyo único punto de apoyo ha mutado hasta quedar convertido en una pata de ciervo. Son imágenes paradójicas que giran también en torno a la idea del equilibrio: la silla, icono universal de estabilidad y reposo, presenta tres de sus cuatro patas al aire, y no parece que el conjunto pueda soportar el peso de persona alguna; la muleta -objeto ampliamente explotado hace años por Pepe Espaliú (1955-1993) en torno al concepto de carrying– es siempre el sostén que permite desplazarse al desvalido, y en la pieza de Myeongbeom nos recuerda la imposibilidad de ese movimiento de avance sin el apoyo que nuestro entorno natural nos brinda, mediante una relación que aquí se presenta como totalmente indisoluble.

Chair, Myeongbeom Kim, 2003-2008; Crutch, Myeongbeom Kim, 2009

Myeongbeom recurre a menudo a los globos, ya que le permiten manejar conceptos en torno al peso, el equilibrio, y la levedad. Así ocurre con un árbol suspendido en el aire por el efecto ascendente de un enorme racimo de globos y que deja al aire sus raíces (un asunto éste de las raíces sobre el que volveremos más adelante). Pero los globos también operan en relación lo que se consume o a lo que se agota comprometiendo la estabilidad de un objeto, como una silla desprovista de tres de sus cuatro patas (curiosa variación sobre la anterior) que se mantiene en un precario equilibrio gracias a un grueso manojo de globos llenos de algún tipo de gas que, a lo largo de un intervalo de tiempo fotográficamente documentado irán perdiendo su fuerza ascendente hasta dar al traste con todo el conjunto.

Untitled, Myeongbeom Kim, 2009
Untitled, Myeongbeom Kim, 2008

Otras veces se trata de bombillas en cuyo interior, a modo de pecera o de invernadero, habitan unos peces de colores o se consume una flor (muy significativamente se trata de un girasol); velas cuyo pábilo es un pequeño árbol, o una balanza cuyo equilibrio pone en peligro precisamente la combustión de una vela. Variaciones y más variaciones acerca de lo que se consume y lo que se agota poniendo en peligro una relación de interdependencia. Imágenes a medio camino entre la física recreativa, el emblema, y la advertencia medioambiental, como el ciervo que abre este artículo, un híbrido de animal y árbol cuyas hojas marchitas se han amontonado bajo sus patas, afirmando, como en la muleta-pezuña, que en el mundo natural las relaciones entre sus elementos son indisolubles y que no puede dañarse uno de ellos sin comprometer el resto. Young-Soo Kim, comisario de una de las exposiciones del artista, ha aventurado que la obra de Myeongbeom gira en torno al Hilozoísmo, una doctrina presocrática que consideraba que no existía en la naturaleza ningún tipo de materia inerte y que todo el Universo es en conjunto un ser viviente. De ser cierto el apunte, lo que encontramos en estas obras no es otra cosa que una postura filosófica la Antigüedad y una concepción medioambiental contemporánea brillantemente abrochados.

Arriba izquierda: Untitled, Myeongbeom Kim, 2009; Arriba derecha: Untitled, Myeongbeom Kim, 2009; Abajo: Untitled, Myeongbeom Kim, 2009

El árbol es sin duda uno de los motivos más frecuentes en la obra de Myeongbeom, pero si Myoung Ho Lee trataba en sus fotografías de aislar e individualizar de un modo único la silueta de cada árbol sin extraerlo de su contexto, Myeongbeom en cambio trata el árbol con un valor universal, y lo que le interesa es justamente su desubicación espacial: ya lo veíamos en aquel árbol que hizo flotar desraizado en el aire, pero también ha instalado árboles en una cabina de ascensor y en un urinario de caballeros (bromita duchampiana, quizás), jugando con el efecto surreal que producen estos desencuentros. Ha llegado incluso a colocarlos a bordo de pequeñas embarcaciones, como en su obra Inmigration, que probablemente plantea la cuestión de cómo conservar nuestras raíces culturales en un mundo globalizado donde los movimientos migratorios de los pueblos son constantes, algo que afecta enormemente a la sostenibilidad medioambiental, pero también, y muy directamente, a nuestro artista en dos aspectos: en primer lugar porque, a pesar de su origen surcoreano, Myeongbeom ha completado su formación y desarrolla principalmente su actividad en los Estados Unidos; en segundo lugar porque este periplo sin duda ha enriquecido y expandido su actividad creativa hasta interconectar ramas y raíces con artistas y obras anteriores a su propio nacimiento como la Isla flotante para viajar alrededor de la isla de Manhattan de Robert Smithson (1938-1973), una acción concebida en 1970 y no ejecutada hasta el año 2005 (treinta y dos años después de su muerte), lo que no le ha impedido ser aceptada como un capítulo fundamental del land-art.

Floating Island to travel around Manhattan Island, Robert Smithson, 1970-2005
Inmigration, Myeongbeom Kim, 2004-2010

Raramente Myeongbeom no introduce en sus obras algún elemento directamente relacionado con la naturaleza, pero incluso en obras aparentemente sencillas y desprovistas de ese tipo de elementos como una simple báscula doméstica colocada boca abajo es posible encontrar una petición de sostenibilidad, ya que no se trata de una simple desorientación consciente del objeto. Muy probablemente con la lejana inspiración de una de las obras más brillantes de Piero Manzoni, nos invita a invertir nuestra perspectiva sobre las cosas. “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, dijo Galileo, y a Manzoni, en un alarde de patafísica recreativa, le bastó un paralelepípedo metálico para colocar el mundo sobre un pedestal. Myeongbeom nos invita al mismo cambio de perspectiva invirtiendo roles entre lo que sostiene y lo que es sostenido, lo que pesa y lo que es pesado, y parece aseverar que no es posible apoderarse del mundo que habitamos sin dejar al descubierto lo absurdo de nuestra obstinación: lo único que la obra revela de modo inmediato son los tristes 600 gramos de su propia masa. “El mundo es una obra de arte”, parecía decir Manzoni, aquel mismo que firmaba huevos de gallina y cuerpos de mujeres. Wolf Vostell declaró en voz alta y clara que “La Paz es la mayor obra arte”. Lograr un equilibrio sostenible a nivel global es quizás la obra de arte a la que Myeongbeom Kim nos invita en sus creaciones, como el sueño –solo aparentemente delirante- de Smithson en 1970, y como aquella tarea –solo aparentemente titánica- que Joseph Beuys nos impuso en Kassel en 1982.

Socle du monde (Homenaje a Galileo), Piero Manzoni, 1961; Untitled, Myeongbeom Kim, 2008


Sitio web de Myeongbeom Kim

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7 respuestas a Myeongbeom Kim o quién sostiene a quién

  1. Paula Carbonell dijo:

    Cada día nos sorprende más.
    Gracias.

  2. Rrose dijo:

    de nada Paula, toda la culpa la tiene Myeongbeom ;)

  3. Alvaro Roa dijo:

    muy interesante el texto, las magenes son muy objetivas y despejan toda duda de la relación del arte con el medio ambiente

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